Formación mensual para Catequistas de Adolescentes y Jóvenes
Como cada mes las catequistas de adolescentes y jóvenes de nuestra Arquidiócesis de Tlalnepantla nos reunimos para llevar a cabo la formación que permite que este Proyecto Diocesano se siga consolidando, teniendo catequistas que aman su servicio y se preparan para brindarlo con amor y eficacia.
Durante este mes abordamos la pertenencia de la constancia en nuestro servir como catequistas, mas allá de las vicisitudes que puedan llegar dentro de esta labor, sabiendo que el camino no es sencillo y en algunos casos se puede presentar pedregoso, pero que, confiados en el Señor, sabremos que habrá frutos.
El trabajo de este día se desarrolló mediante la dinámica de varios módulos o estaciones, por medio de grupos pequeños, que nos permitieron tener una interacción más cercana y enriquecedora.
Reflexionamos sobre los siguientes temas: El catequista está llamado a ser entrañablemente él mismo. En la verdad y en la hondura de su identidad resuena el llamado de Dios que lo convoca a ser eco de Cristo, para que muchos adolescentes y jóvenes se encuentren con Él. ¡Cuánta sintonía y cuánta fidelidad! ¿Cómo hacerse eco auténtico? ¿Cómo no ser una caja de resonancia de otras voces y de otros ruidos capaces de distorsionar la verdadera identidad?
En esta disyuntiva, “ser o no ser lo que Dios lo invita a ser”, queda implicada la naturaleza humana del catequista, caerse y levantarse, ser débil y fuerte, imperfecta y llamada a la plenitud. Sería impensable un catequista desprovisto de la gracia de Dios.
La naturaleza humana, abierta al auxilio divino de la gracia y al auxilio humano de la educación se perfecciona y se hace más imagen y semejanza de Dios, se hace tierra fértil en la cual Cristo crece, configurando en la personalidad del catequista todas las virtudes que lo hacen capaz de ser lo que Dios lo invita a ser.
En este proceso educativo la catequesis ocupa un lugar propio e inconfundible, a ella le corresponde la educación de la fe y el catequista, como hombre de fe, necesita ser permanentemente educado en esa misma fe que profesa, pero, para ser entrañablemente él mismo, el catequista necesita hacerse destinatario, también, de los procesos catequísticos diseñados para sus adolescentes y jóvenes.
En la siempre nueva dinámica del encuentro y del proceso catequístico, Dios obra produciendo siempre lo inimaginable, allí en el misterio de una metodología y de unos recursos siempre imperfectos, Dios logra que los discípulos sean testigos, ser testigos de un amor que ellos conocen y, que después de escuchar los variados testimonios de hermanos catequistas, se renuevan esas ganas de seguir adelante, sabiendo que, de la mano de Dios, todo se puede.
Por: Elizabeth Ortega Ugalde




