«La mejor manera de estar preparados es vivir en el amor, vivir siguiendo la Palabra del Señor»
Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:
A todos les saludo con alegría, con esperanza, a ustedes que están aquí en nuestra Catedral presencialmente y también a los que siguen la transmisión en diferentes lugares; a todos les deseo salud, les deseo paz y bien.
Estas lecturas de este domingo son un poquito difíciles, sobre todo la primera lectura, del profeta Daniel, y el Evangelio de San Marcos. Para ubicarnos, pues sabemos que ya el próximo domingo celebraremos la fiesta de Cristo Rey y con ello clausuramos el Año Litúrgico, y para el siguiente domingo empezaremos con el I Domingo de Adviento. De tal manera que este domingo el lenguaje que utilizan las lecturas de la Palabra de Dios es un lenguaje apocalíptico, un estilo apocalíptico, que podemos nosotros decir que es complicado, porque la finalidad no es que nos dé miedo. Escuchamos cómo el sol ya no va a alumbrar, o la luna se va a pagar, o las estrellas van a caer, y es un lenguaje que nos llama la atención, pero la finalidad es que nosotros tengamos, guardemos fidelidad, y sobre todo que tengamos esperanza, esperanza en lo que viene después.
Tal vez algunos de ustedes hayan leído algún libro con estilo apocalíptico o también han visto algunas películas así con ese lenguaje de destrucción, de que todo se va a terminar, pero muchas o la gran mayoría de estas películas pues no tienen un enfoque cristiano y nosotros sabemos que esta vida es de paso y que nosotros, como les de dicho varias veces, debemos tener los pies en la Tierra, pero la mirada en el Cielo y que el que tiene la última palabra es Dios; que no sabemos el día ni la hora, pero que tenemos que estar preparados, y la mejor manera de estar preparados es vivir en el amor, vivir siguiendo la Palabra del Señor.
Las primeras comunidades cristianas vivían perseguidas, y los primeros siglos también recordamos nosotros cómo incluso en Roma pues se los llevaban al Coliseo y los leones se comían a los cristianos. Sin embargo, ellos tenían muy presente a Dios y esperaban en Él, de tal manera que daban su vida, estos mártires, con alegría en medio de las dificultades. Pero siempre la esperanza es muy importante, esperar, «Habrá cielos nuevos y tierras nuevas, pero mis palabras no pasarán» dice el Señor, es decir, esta vida terrena nos lleva a la vida celestial. Y mientras tanto nosotros tenemos que estar no inmovilizados, sino tenemos que estar trabajando, siguiendo el Evangelio, encontrándonos, apoyándonos.
Hay veces se dice con razón que "la realidad supera la ficción", a veces parece que es ficción, pero la realidad a veces es más dura. Platicando yo con algunas personas de Tula, hace a penas dos meses que acontecieron las inundaciones y ciertamente ha habido solidaridad, hubo solidaridad de mucha gente, de parte de nosotros, pero siguen con muchas carencias y sobre todo el poder no solamente seguir satisfaciendo las necesidades primarias, sino también buscando soluciones para que no vuelva a pasar, y que diga uno: al otro año lo mismo y al siguiente año lo mismo, y ahí está el trabajo de nosotros, de no sentirnos solos, de buscar soluciones para que vivamos como hermanos, con una dignidad, con la dignidad humana como Dios quiere.
Así es que fíjense que el tema de estas lecturas no es para asustarnos, sino para animarnos. Tal vez es muy triste aquella persona que dice: "Después de esta vida no hay nada, todo se termina". No, nosotros los cristianos sabemos que la Resurrección del Señor nos abre las puertas del Cielo y que nosotros vamos caminando hacia allá; en la Misa pedimos por nuestros hermanos difuntos, porque sabemos que hay otra vida. En vez de que nosotros, como les decía, nos inmovilicemos, debemos estar más atentos. Por eso el Papa también nos ha hablado de este encuentro sinodal, sabernos escuchar, saber dialogar, saber buscar soluciones juntos, pero para vivir como hermanos, para vivir como una familia cristiana.
Así es que démosle gracias a Dios porque nosotros sabemos que vamos caminando, pero que nuestra vida ciertamente es fugaz, nuestra vida es corta y necesitamos nosotros vivir esperando que el Señor un día nos diga: «Pasen y entren a formar parte del Reino de los Cielos». Que el Señor nos anime y que el Espíritu Santo nos acompañe y nos dé los dones para nosotros buscar este mundo al que el Señor nos esta invitando a vivir como hermanos. Así sea.
+ José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla