HOMILÍA EN EL XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

June 16, 2024


HOMILÍA EN EL XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

«Demos gracias al Señor» –expresamos en el salmo responsorial–, y damos gracias porque su amor es infinito.


Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:

Les saludo a todos con alegría este domingo, a ustedes que están aquí en nuestra Catedral y también a las personas que se conectan a través de estos medios digitales para vivir también nuestra celebración dominical en sus hogares.

Demos gracias a Dios por su amor, a Él que tiene un proyecto y este proyecto, al que estamos invitados a colaborar, se llama Reino de Dios, porque el Reino de Dios es un don, pero también es una responsabilidad.

Hemos visto en algunos domingos cómo nos vamos olvidando de Dios, se va dando ese secularismo, que lo vemos más marcado en países desarrollados, pero que también aquí en América Latina se vive sin Dios.

Hoy las lecturas nos ayudan a ver que Dios es el dueño de la historia, es el dueño de la creación, es el dueño de nuestras vidas, y siempre Dios tiene la última palabra.

En la primera lectura veíamos cómo siempre Dios puede cambiar de lugar un árbol, un árbol pequeño y convertirlo en un árbol grande, porque Él es el dueño. Y nos invita a todos nosotros a que lo tengamos muy presente en nuestra vida, porque si nos vamos olvidando de Dios, pues también vamos convirtiendo nuestro mundo en un mundo donde no se da la voluntad de Dios.

Pongamos el ejemplo de lo que estamos viviendo, del calentamiento global, de cómo ha ido cambiando el clima en todo el mundo; también un problema muy fuerte que tenemos en nuestros días es el problema del agua, y que también debemos nosotros saber utilizarla, saberla captar, saberla utilizar, y sobre todo pensar en las generaciones que vienen detrás de nosotros.

Hoy se nos habla cómo el Reino de Dios se compara con dos tipos de semillas. Sale un sembrador a sembrar la semilla, la siembra y seguramente la riega, pero van pasando los días y las noches y va creciendo esta semilla, hasta convertirse en un árbol, y este árbol que da fruto. Ahí vemos nosotros cómo hubo la colaboración de la persona, pero Dios es el que le dio crecimiento.
Así es el Reino de Dios, pide nuestra colaboración. Por eso les decía que el Reino de Dios es don, pero también responsabilidad.

Y también nos pone el Evangelio otro tipo de semilla muy pequeñito, un grano de mostaza, que es pequeñita la semilla, pero que también alguien la tuvo que sembrar, un ser humano la cuidó, la regó, pero también pasaron los días y las noches y fue creciendo hasta convertirse en un arbusto muy grande, del que nos dice que sirven las ramas para anidar a los pájaros y también para dar sombra al ser humano.
Así es el Reino de Dios: requiere nuestra responsabilidad, pero Dios es el que le va dando crecimiento.

Hoy podemos nosotros pensar qué semillas tenemos que ir sembrando para que el Reino de Dios vaya creciendo, esas semillas de solidaridad, de respeto, de inclusión, de esperanza; se necesita sembrar esas semillas y Dios les da crecimiento, y así es como se va construyendo el Reino de Dios.

Todos somos importantes y podemos sembrar estas semillas en nuestra familia, en nuestra casa, en nuestro trabajo, en donde nos movemos, ahí podemos ir sembrando estas semillas; en los grupos apostólicos, ahí se siembran esas semillas, donde se va dando la fraternidad, la comunidad; eso es el Reino de Dios. Vivamos sin Dios y veamos cuáles son las consecuencias.

Y tenemos ese proyecto tan hermoso, al que nos invita a Dios a colaborar, y muchas veces nosotros le decimos que no; a lo mejor no se lo decimos con palabras, pero por nuestras actitudes le decimos que no colaboramos.

Ojalá que hoy comprendamos que Dios es el dueño de la historia, de la creación, de nosotros, que Él tiene la última palabra y que, a pesar de todo lo que se está dando en la sociedad, si nosotros somos instrumentos del Señor podemos cambiar la realidad en la que vivimos.

Que el Espíritu Santo nos dé los dones para que vayamos siendo dóciles colaboradores de Jesucristo en la construcción de su Reino. Así sea.


+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla