HOMILÍA EN EL IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

January 30, 2022


HOMILÍA EN EL IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

«Lo característico del cristiano es el amor»

 

Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:

A todos los saludo con afecto de pastor, a ustedes que están aquí en nuestra Catedral y también a las personas que siguen a través de estos medios electrónicos la Eucaristía dominical y lo hacen con mucha devoción, también fuera de nuestra Arquidiócesis, en algunos estados de la República, que siguen esta Santa Misa, en Estados Unidos y en Europa; que la Palabra de Dios llegue a sus corazones para que sientan ese conforto, ese ánimo para seguir adelante en el camino de la vida.

El Evangelio que acabamos de escuchar, de San Lucas, es continuación de hace ocho días. Recordarán ustedes cuando Jesús llega adonde se había criado, a un pueblo llamado Nazaret, y entró a la sinagoga, al templo, para hacer la lectura donde encontró el pasaje de Isaías capítulo 61, y después de haber leído ese pasaje dijo: «Hoy se ha cumplido esta palabra», Él era el esperado, el Mesías. La gente estaba admirada por la sabiduría que brotaba de Él, sin embargo, de repente cambió bruscamente toda la situación, porque empezaron a preguntarse cómo iba a ser el Mesías el hijo de María y de José, pues seguramente algunos habían convivido con él de adolescentes o de jóvenes ahí en el pueblo de Nazaret.

Por eso Jesús empieza a platicar el caso de dos profetas, Elías y Eliseo. Elías, que había una situación muy complicada en su tiempo, donde hubo una sequía muy complicada de tres años sin llover. Sin embargo, él no llegó con alguna familia judía, sino con una extranjera, la viuda de Sarepta, y ahí se realizo el milagro de darle el pan y el agua a aquella viuda, ahí realizó Dios un milagro. Y cómo también con Eliseo no llegó, fue intermediario él ante Naamán, que también era extranjero, había mucha gente con lepra en ese tiempo y se curó ese extranjero.

¿Qué significan estas palabras de Jesús cuando les dice: «Nadie es profeta en su tierra»? Los judíos habían escuchado que Jesús había hecho muchos milagros en Cafarnaúm y entonces ellos estaban a la expectativa de que Jesús hiciera milagros en su tierra, pero hoy Jesús dice: «El papel de un profeta es llevar la Salvación a los demás». La primera lectura nos habló de Jeremías, «Antes de formarte en el seno materno yo ya te conocía y te envié a las naciones para llevar mi mensaje». Ser profeta no es nada fácil, esos profetas tenían incomprensiones, tal vez la gente les pedía cosas y ellos tenían muy claro que debían llevar a Dios a ellos, llevarles la salvación, no pedirle a Dios que les hiciera milagros, porque recordemos que los milagros son para aumentar la fe, no para asombrar o para, como se dice popularmente, apantallar, sino para hacer crecer la fe en Dios.

Ahí tenemos nosotros que después de esto hubo esa situación complicada donde la gente llevó a la orilla de la ciudad a Jesús y querían despeñarlo, querían matarlo, pero su hora todavía no había llegado y Él pasó entre la gente y se fue. Qué importante es ver que el profeta es el que anuncia las buenas noticias de salvación, aquel que anuncia el Reino de Dios, pero que también denuncia lo que va en contra de los planes de Dios. Y también nosotros somos profetas, tenemos que ser profetas, anunciar a los demás la Palabra de Dios.

El pueblo de Nazaret era posesivo, quería que Jesús realizara estos prodigios en su tierra, que realizara milagros, pero hoy también tenemos una clave muy hermosa en la segunda lectura, de la primera carta a los corintios en el capítulo 13, donde se nos habla lo contrario a ser posesivos, que es el valor, la actitud del amor. San Pablo se dirige a los habitantes de Corinto, que era una ciudad cosmopolita, llegaban de muchos países, era un puerto donde había 600 mil personas, muchísimas, entonces Pablo les dice: «Lo característico del cristiano es el amor». El amor es una palabra que se utiliza mucho, pero hablamos del amor que viene de Dios y San Pablo lo describe de una manera extraordinaria: «El amor es comprensivo; el amor no tiene envidia; el amor es servicial; el amor no se alegra con la injusticia; el amor sabe perdonar».

Hoy también nosotros tenemos que pensar qué tanto estamos viviendo lo fundamental de nuestra fe, de nuestro cristianismo. Tenemos nosotros que el amor, para entenderlo de alguna manera mayor, es viendo la cruz de Cristo, porque Cristo ahí da la vida por todos nosotros y «No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos», por nosotros. Pues que hoy no adhiramos a este Jesús de Nazaret, que es la salvación y que quiere que nosotros también vivamos en el amor. Así sea.

 

+ José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla