DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO
Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:
A todos lo saludo con mucho cariño, esta mañana, aquí en nuestra catedral Corpus Christi. Ustedes que han venido: los niños, adolescentes, jóvenes, adultos; que experimenten la paz que da el señor. También quiero saludar a los que están siguiendo esta transmisión en distintos lugares de nuestra Arquidiócesis, pero también de la república mexicana, y también en el extranjero, que el Señor les conceda los dones que necesitan.
Siempre hay un mensaje que nos da el Señor en todas las celebraciones, al escuchar su palabra, y siempre es importante cuando uno sale de la Eucaristía, pues llevar alguna idea concreta para ponerla en práctica. Hoy podemos imaginarnos, nosotros, al escuchar en la primer lectura del libro del génesis, la creación, todas las maravillas que ha hecho el Señor y que a veces no somos muy conscientes: el universo, el cielo, las estrellas, la luna, los campos; que entre paréntesis, pues nos hemos encargado de afectarlos. Y esas maravillas pues es por el amor que Dios nos tiene, pero en el centro de la creación está el hombre y la mujer, y nosotros debemos sentirnos muy felices porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, solamente somos inferiores a los ángeles, pero Dios nos dio una inteligencia para pensar y un corazón para amar, y vemos cómo, pues, hay veces que no la utilizamos la inteligencia para pensar rectamente ni el corazón para amar; y a veces ese corazón lo vamos llenando de cosas negativas: de división, de orgullo, de falta de colaboración, etcétera, muchas cosas.
Y vemos cómo nuestra sociedad es complicada, si analizamos toda la historia de la humanidad, vamos viendo distintas etapas con distintas problemáticas, pero ahora también nos referimos mucho a que el tejido social está roto, hay mucha violencia, hay mucha división, y eso no va de acuerdo al proyecto de Dios; y sabemos nosotros que el fundamento de la sociedad está en la familia, en el matrimonio y la familia, y si entonces está roto el tejido social pues vemos que las familias también no están bien, la sociedad es un reflejo también de la familia. Y podemos preguntarnos nosotros ¿Qué podemos hacer para que las familias vivan los valores humanos y los valores del Evangelio? En otras palabras, ¿Qué estamos haciendo cada uno de nosotros para fortalecer nuestra propia familia?. Y las familias también con las que nos relacionamos, acciones concretas como: fomentar el diálogo, fomentar la paz, fomentar sobre todo la lectura de la sagrada escritura, del Evangelio, fomentar la inclusión, la solidaridad, el servicio. Porque hay veces que podemos quejarnos, pero no hacemos nada, necesitamos también poner nuestro granito de arena para que las familias mejoren. Es cierto que desgraciadamente, desafortunadamente, hay cada vez más divorcios, y tenemos que pensar nosotros, ahorita viendo a tantos adolescentes y jóvenes, como el noviazgo pues es una preparación al matrimonio, pero el noviazgo no es para conocerse, para ver si juntos pueden hacer un proyecto común. Ahora como que cada día, viendo las estadísticas también en la iglesia, cada día hay menos matrimonios religiosos, y bueno la clave está en la preparación, en el conocimiento, el deseo de formar familias cristianas, familias donde esté presente el Señor.
Por eso hoy ustedes que vienen también a la asamblea diocesana y que van a hacer esta marcha por la paz, por la vida; ustedes sean constructores de paz. Yo les platicaba algunos, el año pasado que me encontré con el papa Francisco, y se me quedó muy grabada la frase que nos dijo, que teníamos que ser "artesanos de la paz". Y un artesano es el que crea, ¿verdad?, artesanías, el que va creando con sus manos algo valioso; como nosotros también debemos ser artesanos y las mujeres artesanas de paz. Y eso lo vamos sembrando en el lugar donde nos encontramos. Así es que hoy tenemos que pedir por todas las familias, las familias que están rotas, las familias que están divididas, los matrimonios que no se entienden, pedir nuestra oración por estas familias, por estos matrimonios, para que reencuentren el amor y la paz.
Y por otro lado hay otro tema en el Evangelio, que no tiene que ver nada con la familia, el matrimonio; es decir, otro tema es distinto. Porque le llevaron a Jesús unos niños para que los tocara, y los discípulos se enojaron, no querían que se acercaran los niños con Jesús; y Jesús dijo —Dejen que los niños vengan a mí, porque de como son ellos, es el reino de los cielos —.Es decir, los niños y las niñas nos enseñan cosas muy hermosas, como nos enseñan la sencillez, la transparencia, no tienen un corazón rencoroso, y por eso el señor quiere que nosotros conservemos un corazón de niño y de niña.
Pues que esta celebración nos ayude mucho para seguir adelante nuestra vida, sabiendo que vale la pena seguir a Jesús, que Jesús quiere la unidad, que Jesús quiere que nuestra vida tenga sentido. Y la vida tiene sentido cuando hacemos algo por los demás, cuando gastamos nuestra vida por nuestros hermanos. Que todos, especialmente hoy ustedes adolescentes y jóvenes, sigan cultivando un corazón generoso a imagen de Jesucristo.
Así sea.
Mons. José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla