Muy queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús.
Con afecto de padre y pastor, quiero saludarlos a todos, que se encuentran aquí en nuestra catedral Corpus Christi, también a los padres que hoy celebran conmigo, y también saludo a las personas que siguen esta transmisión por los medios digitales, en el territorio de nuestra arquidiócesis, pero también en otros lugares de la república mexicana y también en el extranjero.
Quiero invitarlos para que sigamos preparándonos para la Navidad, y que nuestro corazón sea un pesebre para que ahí llegue el Niño Jesús.
Adviento nos habla de esa preparación, de esa espera, que debe ser activa, y es una símbolo muy hermoso: la corona de adviento; donde hoy se ha aprendido la segunda vela. Y siempre es una oportunidad para que nosotros pensemos ¿Cómo nos estamos preparando para renovar el amor con Dios? Ese Dios que primero nos ha amado, y nos invita a dar la vida por los demás.
Para mí es una alegría siempre celebrar esta misa dominical, donde distintos domingos del año me encuentro con distintos grupos, movimientos, asociaciones, y algunos sectores de la sociedad. Y hoy me da especial alegría encontrarme con los maestros, las maestras, representantes son algunos, que vienen para un encuentro con Dios, y un encuentro entre nosotros, y con un servidor. Sabemos que fue algo muy complicado el tiempo de pandemia para toda la sociedad, para todo el mundo, y también como los colegios, las escuelas, pues tuvieron dificultades muy especiales; y ahora encontrarnos, es para animarnos, para renovar esa misión tan hermosa de educar; de educar a las nuevas generaciones, y que vale la pena. Y es renovar la esperanza, y también ese servicio, donde le pedimos a Dios les conceda los dones del Espíritu Santo para caminar con mucha alegría en esta línea educativa.
Este domingo las tres lecturas nos ayudan para seguir preparándonos. Y la primer lectura nos habla del pasado, la lectura del profeta Baruc; y la segunda lectura, de San Pablo a los filipenses, nos habla del futuro; y la lectura del Evangelio de Lucas, nos habla del presente. Y adviento es pasado, futuro y presente. Vemos nosotros cómo en la primera, que nos habla del pasado, el pueblo de Israel experimenta una alegría porque estaba desterrado en Babilonia, y regresa a Jerusalén; y experimentan la salvación de Dios. Y vemos como, todo el antiguo testamento, nos habla de la espera del Mesías. La segunda lectura, son palabras de ánimo de Pablo a los filipenses, y les dice —Les doy las gracias porque me han acompañado en esta misión de propagar el Evangelio, de que más gente conozca a Jesús —. Está agradecido Pablo. Y les dice sigan echándole ganas, sigan poniendo todo su esfuerzo, porque a fin de cuentas hay que entregarle frutos al Señor cuando él nos llame. Y nos habla de la segunda venida de Jesús, donde vendrá y nos acogerá, pero también nos dirá ¿Cómo está nuestro corazón? ¿Cómo están nuestras manos? Y por eso la invitación es a seguir caminando, haciendo el bien, a que nos encontremos. Y el Evangelio presenta esa impactante figura de Juan el Bautista, que nos habla de la conversión. Convertir nuestro corazón de acuerdo al Evangelio. Y sitúa históricamente en el contexto que habla Juan el Bautista, que seguramente no era tan fácil, pero era un profeta que le tocó preparar el camino del Señor, el precursor del Señor; pero que siempre estaba invitando al cambio, a la penitencia. Y estos días también son días de, en medio de las luces, en medio del ruido, también momento de silencio para ver ¿Cómo está nuestro corazón? Si está viviendo de acuerdo a lo que quiere Jesucristo nuestro Señor.
He invitado a la comunidad, que en este tiempo hagamos también algo por los que menos tienen, ¿Qué vamos a hacer? Hay una expresión que a mí me ha gustado mucho, que es: "Alargar la mesa". A veces tenemos en nuestra casa una mesa donde estamos algunos familiares, amigos; pero alargar la mesa significa invitar a otros, invitar a aquellos que menos tienen, compartir también lo material; pero también los dones. Qué hermoso es cuando nosotros vamos a visitar un enfermo o a una persona anciana que vive sola, una persona que le podemos llevar una despensa, o le podemos llevar palabras de ánimo en estos tiempos que se necesita escuchar, también palabras de vida, palabras de esperanza.
Quiero invitarlos a todos para que sigamos preparándonos, y hagamos algo por los demás. Yo recuerdo alguna experiencia ahí en Roma, cuando el Papa se le ocurrió poner en algunos sobres algunos euros, y después salir a la calle e invitar a darle ese sobre a los pordioseros, a los que estaban en las esquinas, para que ese día de Navidad, cenaran. Es un signo. Pero pensemos nosotros ¿Qué podemos hacer por los demás? No solamente por nuestros familiares y amigos, sino por aquellos que más lo necesitan.
Así sea.
+Mons. José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla