HOMILÍA EN LA PEREGRINACIÓN DIOCESANA A LA BASÍLICA DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE

February 05, 2022


HOMILÍA EN LA PEREGRINACIÓN DIOCESANA A LA BASÍLICA DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE

 

Estamos en un lugar sagrado, lleno de devoción y de fe, en donde queremos “mirar y que nos mire la Morenita del Tepeyac”

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús: les saludo a todos y a todas  con afecto, a mi Obispo Auxiliar don Efraín Mendoza Cruz, a los padres vicarios episcopales, a los decanos, a los sacerdotes, religiosos, religiosas, diáconos permanentes y transitorios, seminaristas, deseo que  esta visita a la casa de nuestra Madre Santísima la Virgen de Guadalupe nos llene de alegría y de paz. 

Hoy nuestra amada Arquidiócesis de Tlalnepantla nos encontramos en nuestra peregrinación a esta hermosa Basílica -  todavía en estos tiempos difíciles - acentuados por el COVID 19, con esta variante Omicron -  algunos de ustedes están aquí  participando presencialmente, representando a sus parroquias, decanatos y vicarias episcopales de los municipios de Naucalpan, Atizapán de Zaragoza, Huixquilucan, Jilotzingo, Isidro Fabela y Tlalnepantla;  muchas personas lo hacen virtualmente,  se unen a nuestra celebración eucarística en el territorio de nuestra Iglesia Particular,  también de  diferentes estados de la República Mexicana y del  extranjero, pido a nuestra Madre Santísima nos cuide, nos proteja y nos llene de bendiciones. Quiero agradecer  a los equipos de comunicación tanto de la Basílica como de nuestra Arquidiócesis sus esfuerzos y generosidad para hacer posible a través de la tecnología  esta transmisión.

Estamos en un lugar sagrado, lleno de devoción y de fe, en donde queremos “mirar y que nos mire la Morenita del Tepeyac”,  la madre de Dios y madre nuestra, ella puso toda su confianza en el Padre y supo darle un “si sostenido al elegirla como madre del Salvador” en donde expresó “Hágase en mi tu palabra,  yo soy la esclava del Señor”, quiso quedarse con nosotros, asumiendo nuestra cultura mexicana, en este año cumpliremos 491 años en que se apareció a San Juan Diego y en donde quiso quedarse con sus hijos e hijas. Conocemos la historia de las apariciones, en la cual le pide a Juan Dieguito que fuera a ver al Obispo Fray Juan de Zumárraga y le expresara su voluntad, que se construyera un Templo para que sus hijos viniesen a platicar con ella, de sus penas y alegrías, de lo que les sucedía en su vida cotidiana, estemos seguros que hoy nos sigue diciendo a cada uno de nosotros “Qué hay hijo mío, el más pequeño? ¡Qué entristece tu corazón? ¡Acaso no estoy yo aquí, que tengo el honor de ser tu Madre?. Hoy al estar  aquí, quiero invitarlos para que dialoguemos con ella acerca de nuestra vida, con sus luces y sombras, con nuestros gozos y esperanzas, con nuestras tristeza y angustias… en las circunstancias tan especiales de pandemia… en donde hemos experimentado dolor y sufrimiento a nivel personal, familiar, y  en nuestro pueblo; pérdida de vidas humanas; gentes sin empleo,; mayor  violencia e inseguridad; incremento del fenómeno de la migración y de la pobreza… En estas situaciones seguramente también hemos sentido el consuelo de nuestra Madre y nos pide que seamos capaces de seguir las huellas de su Hijo Jesucristo y tener siempre actitudes fraternas y en especial “consolar, consolar a nuestro pueblo”,  esta ha sido la línea que nos ha guiado en nuestra Arquidiócesis en nuestra 7ª. Gran Misión Católica desde Mayo del 2021, hasta la Pascua 2022,  ha sido “Salir al encuentro de las familias que sufren para manifestar la misericordia del Padre y brindarles ayuda y consuelo” . Lo hemos tratado de realizar en las distintas parroquias, tomando en cuenta a los niños, adolescentes, jóvenes,  adultos, adultos mayores… Que hoy sintamos ánimos y alegría para continuar buscando ser auténticos discípulos misioneros de Jesucristo consolando a nuestro pueblo, consolando de manera especial a los pobres, a los enfermos, a los vulnerables, a los que más sufren.

Este día 05 de febrero tenemos el testimonio de un discípulo misionero de Jesucristo,  al celebrar la memoria de San Felipe de Jesús,  mártir, que dio su vida por amor al Señor.  Felipe de las Casas Martínez nació en la Ciudad de México en 1572 y murió en Nagasaki en 1597, fue un fraile franciscano. Es el primer santo canonizado nativo de México y protomártir de este país.

Sabemos que el barco en que viajaba Felipe de Jesús para dirigirse de Manila a México y ser aquí ordenado sacerdote, naufragó en las costas de Japón. Al poco tiempo se desencadenó ahí una sangrienta persecución contra los cristianos,  Felipe de Jesús fue apresado, pero tuvo oportunidad de ser liberado por ser náufrago. él, que tenía la certeza de que la muerte no es el fin sino una puerta hacia la vida nueva y definitiva, más aún, de que cuando la muerte es producto del martirio, se vuelve un sacrificio de holocausto agradable a Dios, compartió la suerte de los perseguidos. El 05 de febrero, 26 cristianos fueron colgados de cruces sobre una colina en las afuera de Nagasaki. Los fijaron a las cruces con argollas de hierro en el cuello, en las manos y en las piernas. Los atravesaron con lanzas. El primero fue Felipe de Jesús. Murió repitiendo el nombre de Jesús. Las argollas que debían sostenerle las piernas estaban mal puestas, por lo que el cuerpo resbaló y la argolla que le sujetaba el cuello comenzó a ahogarlo. Le dieron dos lanzadas en el pecho que le abrieron las puertas a la gloria de Dios, Fue beatificado, junto con sus compañeros, el 14 de septiembre de 1627 y canonizado el 08 de julio de 1862. Felipe había sido rebelde e inconstante en su adolescencia, pero comprobó en sí mismo que esa vasija de barro débil y frágil que era él – como escuchamos hoy en la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios -  podía contener la fuerza extraordinaria de Dios, pues enfrentó el martirio con el entusiasmo y la alegría de dar su vida por la fe. A ejemplo suyo y dejando que esa fuerza extraordinario de Dios nos llene, abracemos siempre la cruz – como nos dice Jesús hoy en el evangelio que se proclamó “Si alguno quiere ser mi acompañante, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga” Esta cruz nos llevará a la resurrección, nos llevará la gloria.

Queridos hermanos y hermanas,  sintámonos bendecidos por la Virgen de Guadalupe y la Virgen de los Remedios Patrona de nuestra Arquidiócesis, hoy le hemos agradecido su amor maternal que experimentamos en nuestro caminar. Que esta reconfortante visita en la cual le pedimos su bendición y auxilio por el mundo entero, por el Papa Francisco y la Iglesia Universal, por nuestra Iglesia Particular de Tlalnepantla – en especial por la elaboración del “Plan de Pastoral” para que llegue a buen puerto y responda a los desafíos de nuestra época actual – bendice a  nuestros familiares y amistades y a quienes más lo necesitan,  ahora regresaremos fortalecidos a nuestros hogares, a nuestros trabajos y parroquias y sin duda esta vivencia nos anima  a seguir caminando en sinodalidad como discípulos misioneros de Jesucristo, y de esta manera colaborar con amor e ilusión en la construcción del Reino de Dios. Amén.

 

+ José Antonio Fernández Hurtado

Arzobispo de Tlalnepantla

Administrador Apostólico de Cuautitlán