«Vengan y yo los haré pescadores de hombres»
Queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:
Les saludo, como todos los domingos, a ustedes que están aquí presencialmente y también a las personas que nos siguen a través de estas plataformas digitales, a todos les deseo alegría y paz.
Los domingos pasados estuvimos platicando acerca de las experiencias que tuvo Jesús y que nos lo va presentando el Evangelio de San Lucas, una experiencia negativa y otra positiva. Una experiencia positiva es que la gente en Cafarnaúm abría su corazón y escuchaba las palabras de Jesús, y ahí realizó milagros, de tal manera que en la fe de la gente se fortalecía. La experiencia negativa fue ahí en su tierra donde Él se había criado, en Nazareth, donde después de haber proclamado la lectura del profeta Isaías y decir que ese día había llegado, sus paisanos lo llevaron para aventarlo en un precipicio, pero Jesús pasó en medio de ellos, no había llegado su hora.
Realmente empieza Jesús su misión solo, lo encontramos hoy en el lago de Genesaret, donde enseña a la multitud, nos dice el Evangelio que la multitud se apiñaba, había mucha gente que quería escucharlo, tenía hambre de Dios, tenía hambre de su Palabra, y Jesús se sube a un barca y desde ahí empieza a proclamar los secretos del Reino. Después de esto entra más adentro en el algo y entonces al primero que ve es a Simón Pedro, que había tenido también una vivencia no positiva porque había pasado toda la noche pescando y no había pescado nada a pesar de ser un experto en pesca. Sin embargo, Jesús le dice que eche la redes. Él sabe que es muy poco probable pescar si había pasado muchas horas, sin embargo obedece y avienta las redes. Podemos imaginarnos nosotros esa pesca milagrosa ya donde casi las redes se rompían, de tal manera que Simón Pedro se asustó y cayó de rodillas y le dice: «Yo soy un pecador». Había también ahí dos hermanos, que era Santiago y Juan, que también estaban ahí en su barca, y después Jesús le dice a Simón Pedro: «Ven y sígueme y yo te haré pescador de hombres».
Podemos decir que es el llamado de los primeros discípulos de Jesús, Él empieza solo la misión, pero después invita a aquellos pescadores que, dejándolo todo, siguieron a Jesús. ¿Qué nos dice a nosotros este pasaje? Podemos sentirnos espectadores y la cuestión es que hoy estamos llamados a sentirnos también invitados, porque también las palabras de Jesús «Vengan y yo los haré pescadores de hombres» son para cada uno de nosotros.
De tal manera que hoy la palabra mágica, la palabra especial en este V Domingo del Tiempo Ordinario es la palabra «Vocación», llamado. Podemos pensar nosotros que el llamado lo hizo a los discípulos, a sus apóstoles, y que hora el llamado lo hace a la vida consagrada, a las religiosas o a los sacerdotes, a los obispos o al Papa, pero la invitación es para todos nosotros. Por eso hoy tenemos pensado, los quiero invitar para que pensemos en la vocación cristiana. ¿Qué significa la vocación cristiana? Un llamado a seguir a Jesús, y esto se realiza de una manera espectacular de la que a veces no tomamos conciencia, o que no lo han hecho en nuestra familia los papás o padrinos, porque es desde el Bautismo que nosotros empezamos a formar parte de los Hijos de Dios, de la familia cristiana
Vemos un proceso muy bonito, donde la invitación es para todos, pero primero es un encuentro con el Señor, descubrirlo, como le pasó a Simón Pedro, como le pasó a Isaías, como le pasó a Pablo; pero después de este descubrir a Jesús viene el llamado, y nosotros podemos hacer caso o no podemos hacer caso al llamado «Ven y sígueme», y tenemos libertad y hay unos que a lo mejor no lo seguimos, otros sí, como en el pasaje del joven rico a quien Jesús lo invitó y él no lo siguió porque Iba a dejar muchas cosas. Entonces Jesús dice «Ven y sígueme; vengan para que estén conmigo; vengan para que me conozcan; vengan para que sean mis discípulos», y después de este seguimiento viene la misión, el anuncio de Jesucristo.
Qué bueno que nosotros pudiéramos ir descubriendo este proceso y lo realicemos, que escuchemos el llamado de Jesús, que nos hagamos discípulos, pero también después sus misioneros o misioneras. Escuchamos en la primera lectura lo que le sucedió a Isaías, que el Señor lo invitó a seguirlo y de repente a él le dio miedo, pero después le dijo; «Señor, ¿a dónde debo ir?» y puso toda su disponibilidad y su corazón. En la segunda lectura Pablo también, que persiguió a los cristianos, pero después escuchamos cómo anuncia el Kerigma, el anuncio de Jesucristo muerto y resucitado, y él se compromete. Y en el Evangelio escuchamos cómo dejan sus redes los primeros apóstoles, los primeros discípulos.
Ojalá que hoy tomemos conciencia de esta invitación, la vocación significa llamado, y el llamado requiere una respuesta, y después de la respuesta viene una misión, y esta misión nos lleva a anunciar la salvación, el Evangelio, a los demás. Esto sucede en las vocaciones específicas, el que seas soltero está llamado anunciar a Jesús; el que tenga un matrimonio, también en el matrimonio, en la familia están llamados a anunciar a Jesús; y en la vocación a la vida consagrada, a la vida sacerdotal, estamos llamados también a anunciar a Jesús. Qué bello es cuando nosotros descubrimos este camino, que no solo se lo dice a Simón Pedro, sino que a cada uno de nosotros nos dice por nuestro nombre y nos da la fuerza del Espíritu Sano.
También la Virgen María nos anima y nos acompaña. El día de ayer realizamos en nuestra Arquidiócesis nuestra Peregrinación a la Basílica de Guadalupe y nos fuimos caminando para llegar a la casita de Nuestra Madre y pedimos por todos ustedes. por toda nuestra amada Arquidiócesis, por toda la humanidad, por toda la Iglesia; María siempre nos invita a seguir los caminos del Señor.
Que hoy salgamos contentos, alegres, de esta Eucaristía, con esta invitación, esta invitación que se nos hace, y que nosotros digamos cómo voy a anunciar a Jesús; sabemos que se anuncia de dos maneras: con la palabra y con el ejemplo, con el testimonio, pero también de modos muy concretos, en nuestro trabajo, en nuestra familia, en nuestro grupo, en nuestra comunidad. Que el Señor los bendiga a todos y que escuchemos su voz. Así sea.
+ José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla