«Todos nosotros estamos invitados a ser siempre hospitalarios»
Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:
Les saludo con afecto a todos los que están aquí nuestra Catedral de Corpus Christi, aquí en Tlalnepantla, y también quiero saludar a las personas que a través de estos medios de comunicación se unen desde sus hogares para escuchar la Palabra de Dios y celebrar la Eucaristía; también el tercer domingo de cada mes esta Misa es transmitida por radio, por Radio María, que se escucha en varios estados de la República Mexicana y hay personas que van a en sus autos escuchando la celebración, en los mercados, en algunos lugares públicos; también las personas fuera del país que siguen esta Eucaristía; a todos les deseo la paz del Señor.
El tema central de este domingo es la hospitalidad, y lo eschamos en la primera lectura, del libro del Génesis, y en el Evangelio de San Lucas. La hospitalidad es uno de los valores a los que estamos invitados todos nosotros, a ser siempre hospitalarios. La Palabra de Dios siempre nos ayuda para confrontarnos de una manera positiva; la Palabra de Dios no es ajena, sino que quiere llegar siempre a nuestra mente y nuestro corazón.
En la primera lectura vemos la hospitalidad exquisita de Abraham, que recibe a tres hombres, de quienes algunos dicen que eran tres ángeles. Los recibió en su casa y tuvo muchos detalles, desde darles agua para que tomaran y para que se lavaran los pies hasta prepararles una comida y bebida, porque el viaje había sido largo. Ahí tenemos un ejemplo muy claro de esa hospitalidad. Al final, cuando salieron de la casa, le dijeron que dentro de un año tendría un descendiente, que era lo que más anhelaba Abraham. Por eso es muy importante que nosotros seamos hospitalarios, no solamente con la gente cercana, sino con aquellos que más lo necesitan. Algún autor decía de esta lectura del Génesis: "Tal vez algunas veces que nosotros hospedamos a alguien, o somos hospitalarios, estamos hospedando a ángeles y nosotros no nos damos cuenta", es decir, que debemos ver el rostro de Cristo en el hermano, en especial en el hermano necesitado.
También hoy el Evangelio nos habla de una familia amiga de Jesús, conocida como la familia de Betania, eran tres hermanos: Lázaro, al que Jesús resucitó, Marta y María. Jesús de vez en cuando iba a esa casa a visitarles. Hoy encontramos también la hospitalidad de estas hermanas de las que nos habla el Evangelio, Marta y María, quienes reciben a Jesús con mucha alegría, con mucho gusto. Pero la importancia aquí es ver las actitudes de cada una de ellas. Marta, que era la hermana mayor, se afanó en los quehaceres de la casa, estaba viendo que la casa estuviera limpia, que la comida estuviera pronta, que estuviera todo listo. Sin embargo, María, la hermana menor, se puso a platicar con Jesús. Hubo un momento en que Martha se cansó y le fue a reclamar, a decirle a Jesus: «Dile algo a mi hermana, porque me ha dejado con el quehacer». Y le dijo Jesús: «Marta, Marta, tantas cosas te preocupan, pero hay una, y es la más importante, y María la ha elegido», que era escucharlo a Él, estar con Él. Aquí lo más importantes es ver que estas dos actitudes se complementan, es como una medalla que tiene dos lados: la importancia del contacto con Dios, la oración, y el otro aspecto es la actividad. Podemos pensar nosotros qué es lo que permea nuestra vida y tal vez encontremos que nos parecemos más a Marta, porque siempre estamos con actividades, siempre estamos preocupados en hacer cosas y dejamos poco tiempo para escuchar al Maestro, para escuchar al Señor. Las dos cosas son importantes.
Vemos nosotros a dos grandes santos, uno es San Ignacio de Loyola, que les decía a los Jesuitas, la congregación que fundó, que es muy importante tener contemplación en la acción, es decir, llevar la oración, la contemplación, a la acción, a la vida, y llevar la acción a la contemplación. Cuando nosotros oramos llevamos la vida y la oración la llevamos a la vida, es como un círculo, contemplación en la acción. Y hay otro santo muy importante, San Benito, que le decía a sus monjes: Ora et labora, orar y trabajar, las dos cosas son importantes, es decir, el equilibrio. Por eso hoy nosotros tenemos que pensar en cómo estamos en ese tema, tal vez no hay equilibrio, hay un desequilibrio, porque dejamos muy poco tiempo para la oración y mucho tiempo para la acción. Siempre el modelo para nuestras vidas es Jesucristo Nuestro Señor, a Él lo encontramos orando, pasaba noches enteras en intimidad con el Padre, y después lo encontramos viendo enfermos, predicando la Palabra de su Padre, predicando los secretos del Reino; oraba y actuaba.
Por es hoy pensemos de corazón que ese tiempo de oración no es perder el tiempo. Alguien puede decir: "Es que pierdo el tiempo, tengo mucho trabajo", pero ¿cuántas horas duramos con el celular al día? –vean los minutos, las horas que dura uno en el celular–, ¿cuánto tiempo uno pasa en la televisión?, ¿cuánto tiempo pasa uno en otras cosas? y ¿cuánto tiempo pasa uno en la intimidad con el Señor? Eso es lo importante, porque ahí descubrimos el proyecto de Dios para nuestras vidas. La hospitalidad de Marta y María fueron excelentes, trataron muy bien al forastero, a Jesucristo Nuestro Señor, y ahí Jesús les dio una lección de cómo debemos actuar en nuestra vida.
Finalmente, el tema muy actual de los migrantes en nuestro México, en el mundo entero, hay una gran ola de migración en todo el mundo, en Europa, aquí en México, en Estados Unidos. La gente sale de sus países por falta de trabajo, por falta de oportunidades, en busca de mejores condiciones de vida y hay veces en que nosotros somos poco hospitalarios, somos poco finos para no ver a estas personas como enemigos, sino como gente que tiene necesidad en su vida.
Que el Señor hoy nos ayude a nosotros para ser esas personas acogedoras, hospitalarias, no solamente con los que queremos, sino también con los que lo necesitan; y también que pongamos en práctica el equilibrio entre la oración y la acción Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla