«La situación es complicada, pero Dios siempre tiene la última palabra»
Muy queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús:
Los saludo a todos con afecto de pastor, deseándoles que la paz del Señor esté en su corazón. Saludo a todos los que se encuentran presencialmente aquí en nuestra Catedral, hermosa, de Corpus Christi Tlalnepantla; y también quiero saludar a los que están siguiendo esta transmisión a través de youtube o facebook en distintos lugares de la Arquidiócesis, de la República Mexicana y también del extranjero; que ciertamente sintamos la presencia de Dios en nuestras vidas.
Cuando nosotros participamos en la Eucaristía queremos tener un encuentro con el Dios de la vida. Seguramente cada uno traemos alguna problemática, algunas situaciones difíciles, alegrías, tristezas, salud, enfermedad, pero estamos llamados a salir renovados, porque tenemos el regalo de la Palabra de Dios y también la Eucaristía, que son alimento para caminar con esperanza.
Estamos hoy en el penúltimo domingo del Tiempo Ordinario, el próximo domingo será el cierre con la fiesta de Jesucristo Rey del universo y para dentro de 15 días empezaremos otro tiempo litúrgico que se llama el Adviento, que es ya una preparación para vivir con sentido la Navidad.
Las lecturas que escuchamos el día de hoy, sobre todo la primera lectura, del profeta Malaquías, y el Evangelio de san Lucas, podrían desanimarnos, deprimirnos, porque tienen un lenguaje apocalíptico, se habla de la destrucción, de las guerras, de las epidemias, de las pandemias, de las luchas fratricidas, las luchas entre los pueblos. Pero fíjense que este lenguaje de las lecturas se utilizaba ya algunos siglos antes de la llegada de Cristo, y también después de Cristo, pero no debe de ninguna manera desanimarnos, al contrario, estas lecturas se deben leer en clave de esperanza.
La primera lectura que escuchamos, de Malaquías, que fueron breves versículos, termina diciendo: «Los que temen al Señor brillarán como la luz». Y el Evangelio, donde escuchamos esas calamidades, todo lo que nosotros vemos alrededor del mundo, termina diciendo también unas palabras muy bonitas: «No deben temer –dice Jesús– porque pondré las palabras exactas en sus labios, no tendrán que preparar su defensa». Esto quiere decir que la situación es complicada, pero que siempre está la presencia de Dios, «lo que es imposible para nosotros es posible para Dios» y Él siempre tiene la última palabra. Así es que tenemos que tener esa esperanza.
Cuando me entrevistan en los medios de comunicación les digo que la situación es difícil, pero que la Iglesia tiene que tener siempre una luz, tiene que tener esperanza, porque tenemos a Cristo como centro, Luz del mundo. Entonces, el cristiano no de de vivir todo triste, no debe vivir con la cabeza baja, sino debe de trabajar para construir un mundo mejor, como decía san Pablo en la segunda lectura.
Si nosotros vemos la realidad en nuestro México, y también en el mundo entero, es una situación muy complicada. Esta semana que acaba de terminar nos reunimos los obispos de todo el país en la Asamblea Plenaria del Episcopado y estuvimos viendo la realidad de nuestro México, donde hay realmente una problemática muy difícil, cómo el tejido social se ha ido deshilvanando, cómo hay polarización en nuestro México, la violencia que se vive, la falta de empleo, la falta de la dignidad, del respeto de los derechos humanos. Pero, realmente nosotros estamos llamados a caminar juntos y a ir transformando con la Palabra de Dios la realidad en la que vamos viviendo. Hace XX siglos había esos problemas, ahora tenemos de otros, pero no podemos nosotros permanecer sentados con los brazos cruzados, tenemos que trabajar por los valores, por la familia, por los niños, por los adolescentes, por los jóvenes, trabajar.
Es bien importante que nosotros vayamos intensificando las tres virtudes teologales: La fe, tener esa confianza en Dios, porque si tenemos a Dios vamos a salir adelante; además tenemos que ir creciendo en la esperanza cristiana, que hay una vida eterna y que nuestra vida es caminar, caminar pero siempre viendo el Cielo, con los pies en la Tierra pero con la mirada en el Cielo; y todo esto de tener fe y esperanza nos debe llevar a vivir en el amor, es decir, buscando hacer el bien al que encontramos en nuestro camino.
Tenemos que ser Iglesia misionera. Aquí en nuestra Arquidiócesis estamos luchando por ser una Iglesia misionera, una Iglesia que sale a anunciar a Cristo, una Iglesia servidora, «Yo no he venido a ser servido, sino a servir» –dice Jesús– y tenemos que seguir su ejemplo. Queremos ser una Iglesia servidora, pero también una Iglesia samaritana, porque el samaritano fue el único que se detuvo en el camino a auxiliar al que estaba herido. Nosotros nos vamos volviendo insensibles a lo que pasa alrededor y necesitamos ser samaritanos, detenernos ante el que sufre, ante aquel que lo necesita.
Que este domingo, en vez de que estas lecturas nos desanimen por ese lenguaje apocalíptico, sea un domingo que nos anime porque vemos que Dios tiene la última palabra y nos motiva a caminar en su proyecto. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla