HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

November 20, 2022


HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

 

«El reino de Jesús se construye con la solidaridad, la justicia, la transparencia, con la generosidad»


Saludo a todos ustedes, pueblo santo de Dios, a quienes nos siguen a través de nuestros medios digitales y también a quienes nos siguen, nos escuchan a través de Radio María. Qué gusto, qué alegría, qué gozo, el poder estar reunidos en este domingo en esta santa Iglesia Catedral de nuestra amada Arquidiócesis de Tlalnepantla para celebrar esta hermosa solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo.

Con esta solemnidad cerramos un tiempo de salvación, un tiempo en el que el Señor Jesús nos ha venido educando, formando, consolando, sosteniendo con su Palabra; a este tiempo le llamamos en la Iglesia: Año Litúrgico, que es una forma de calendarizar la celebración y la vivencia de nuestra fe a lo largo de todo este tiempo.
Sabemos que todo tiempo es tiempo de salvación, que Jesucristo, Rey del Universo, ha venido a superar los límites temporales, ha venido a suprimir las barreras geográficas, las barreras físicas que los seres humanos hemos puesto; Jesucristo ha venido para que su salvación llegue a todos los hombres de todos los tiempos y en todos los lugares de la Tierra donde se aclame y se reconozca su nombre.

De modo muy particular en este domingo celebramos ese reinado de Jesucristo, celebramos al mismo Jesucristo, Rey del Universo. Hemos escuchado la Palabra de Dios, que nos ayuda a comprender qué tipo de reinado es el que Jesús ha iniciado, qué tipo de reinado es el que quiere que juntos construyamos unidos a Él.

Escuchamos en la primera lectura, del segundo libro de Samuel, cómo David es reconocido y es ungido rey de Israel. La figura del rey David es solo como un anuncio, una imagen de quien vendrá a ser nuestro verdadero rey, que es Jesucristo. Ya desde el antiguo testamento se anunciaba la llegada de Jesucristo Rey precisamente en estos reyes de Israel, que guiaban, que gobernaban, que cuidaban al pueblo que Dios les había encomendado. Sin embargo, los reinados de estos hombres frágiles, con grandes limitaciones, fueron reinados que en un momento dado se apartaron de la voluntad de Dios y por eso vivieron grandes calamidades, experimentaron grandes sufrimientos, tanto los reyes como el mismo pueblo de Israel, podríamos decir que eran reyes y reinados incompletos, temporales. En cambio, el reinado que Jesús establece es un reinado que dura para siempre, es un reinado donde los límites humanos no lo debilitan, no lo disminuyen, no le afectan negativamente.

Nos dice san Pablo en este hermoso texto dirigido a los coloreases que es un reino en el que Jesucristo es reconocido por el mismo Padre de los Cielos como el Rey del Universo, como quien tiene todo el poder en el Cielo y en la Tierra, a quien todos los reinos humanos se le deben de someter. Jesucristo viene a reinar, a establecer un reino de paz, de justicia, de libertad, muy diferente a los reinos y a los reyes de la Tierra, que muchas veces oprimen, que por la ambición del poder causan muerte, dolor, confrontación entre sus mismos pobladores, reinos de sangre, reinos de muerte, reinos de injusticia.
El reino de Jesús es un reino en donde todos nos reconocemos hermanos. El reino que Jesús ha venido a establecer es un reino donde todos tenemos la capacidad de reconocernos como hermanos, de vivir en plena libertad, de expresar nuestros pensamientos y nuestros sentimientos en primer lugar a Dios, reconociéndolo como Señor absoluto de todo lo creado; tenemos la libertad, en este reino de Jesús, de reconocer al Señor muerto y resucitado como nuestro único rey.

El santo Evangelio que se ha proclamado, de san Lucas, nos habla de algunas características de este Rey y del reino que ha establecido, que ha comenzado, que ha inaugurado con su llegada a nosotros.
Jesús es rey, pero su reino está marcado por la humildad. El trono de Jesús no es un trono de oro, no es un trono decorado con perlas preciosas, con brillantes, con esmeraldas, el trono de Jesús es la cruz y la cruz es el signo de entrega, es el signo más elocuente del amor que Jesús nos tiene. Jesús manifestó el poder de su reino desde la cruz, porque Él, entregando su vida, sacrificándose en el trono de la cruz, nos libera, nos salva, nos comunica la vida, la vida eterna, la vida que Dios nos ofrece. Jesús es coronado de espinas y su corona es el signo de la humildad y de la sencillez.
El reino de Jesús se construye cuando nosotros tenemos esa capacidad de reconocer nuestra pequeñez delante de Dios, pero al mismo tiempo de reconocer también la grandeza de su amor.
La sencillez que Jesús nos enseña desde la cruz, desde esa coronación de espinas, es la actitud que nosotros debemos de manifestar ante los demás, debemos de reconocer la dignidad, debemos de reconocer y valorar a la otra persona con ese mismo valor y con esa misma dignidad con las que nos reconoce y nos respeta el Señor.

Por eso el reinado de Jesús es diferente a los reinos de este mundo, el reinado de Jesús está marcado por esta actitud de humildad y de entrega. El reino de Jesús no se manifiesta con poder, no se manifiesta con armas, no se manifiesta ni se construye con la violencia, antes bien, el reino de Jesús se construye con la solidaridad, la justicia, la transparencia, con la generosidad.
Y todos estamos llamados, todos podemos ser colaboradores en la construcción de este reino, porque el Señor nos ha llamado del reino de las tinieblas al reino de la luz; del reino de la muerte al reino de la vida; del reino del egoísmo al reino de la generosidad; del reino del individualismo al reino de una vida fraterna y comunitaria.
Por eso la Iglesia y nosotros como miembros vivos de ellas estamos comprometidos a construir este Reino, nosotros como Iglesia somos ese sacramento universal de salvación que el Señor utiliza, que el Señor llama y convoca para que colaboremos juntos en la construcción de este Reino.

Que al celebrar hoy la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, nos comprometamos a ser custodios de esta creación que el Señor ha puesto bajo nuestro cuidado, que cuidemos la naturaleza, que cuidemos todo este hermoso entorno en el que el Señor nos colocó y que sobre todo cuidemos la obra más grande de la creación, que somos nosotros, que nos cuidemos entre nosotros, que nos ayudemos entre nosotros, que seamos ese signo constructor del Reino en nuestras tareas diarias, en el ejercicio de nuestras labores diarias, y siempre con esa certeza, con esa seguridad de que Jesucristo, Rey del Universo, es quien lleva delante la edificación de este Reino y nosotros, con nuestra generosidad, con nuestra buena disposición, nos unimos a construir este Reino de paz, de amor y de justicia. Que así sea.

 

+Efraín Mendoza Cruz
Obispo Auxiliar de Tlalnepantla
y Obispo Electo de Cuautitlán