HOMILÍA XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

November 19, 2023


HOMILÍA XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

«Dios nos a dado a cada uno dones, talentos, pero lo importante es entregar buenas cuentas, trabajar para reproducir esos dones»

 

Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:

Hoy estamos en este penúltimo domingo de este ciclo litúrgico; el próximo terminaremos con la Solemnidad de Cristo Rey; para dentro de 15 días, como les platicaba hace ocho días, abrir el tiempo de Adviento, que son cuatro semanas de preparación para la Navidad.

Estos domingos, el pasado y este, tienen el mismo tema, que estemos preparados, que estemos vigilantes, porque no sabemos el día ni la hora. En la segunda lectura, de San Pablo a los Tesalonisenses, los habitantes de tesalónica, estaban preocupados por cuándo iba a venir por segunda vez el Señor, y les dice: «No sabemos el día ni la hora, ustedes estén preparados».

Hace ocho días, recordarán ustedes cómo también la parábola nos hablaba del tema de las diez mujeres, de las diez doncellas, de las diez vírgenes, que estaban esperando al novio y estaban con sus lámparas; el Novio es Jesucristo. Y cinco de ellas eran descuidadas y cinco de ellas eran previsoras. Y cuando llega el novio las descuidadas habían ido a la tienda para comprar aceite, porque se les había acabado el aceite para sus lámparas. Entonces Jesús abrió las puertas y las invitó a pasar a la boda, al Reino de los Cielos, y entraron las previsoras, porque estaban preparadas. Sin embargo, después llegaron las descuidadas, tocaron y salió el Señor y les dijo: «No las conozco». La conclusión es estar preparados para el día en que el Señor nos llame a su presencia, y decíamos que la mejor manera de estar preparados es estar haciendo el bien todos los días, viviendo el amor a Dios y al prójimo.

Hoy también el tema está cuando el dueño, que es Dios, reparte algunos millones; llama a tres personas, a uno le da cinco millones, a otro dos millones, y al último le da uno; y él se va, y después que regresa les pide cuentas. Se conoce este pasaje como la parábola de los talentos, los millones o los talentos. Y ahí también era estar preparados, trabajando. Lo que es adicional al domingo pasado es que hay que trabajar, que hay que estar activos, activas, haciendo el bien.

Después de mucho tiempo regresa el dueño y los llama a su presencia. El que recibió cinco millones le dice: «Señor, me diste cinco millones, yo trabajé y aquí tienes otros cinco». El que recibió dos también los multiplicó. Finalmente, el que recibió un millón no le entregó buenas cuentas, porque hizo un hoyo y lo guardó ahí. Entonces el dueño de la mies le dijo a los dos primeros que entraran al Reino de los Cielos.

Es una parábola, un cuentito, pero que nos ayuda a nosotros a pensar que Dios a cada uno de nosotros nos ha dado talentos, cualidades, y a cada uno nos ha dado diferentes talentos, tal vez a algunos muchos, pero también al que se le ha dado más se le va a exigir más. Y estamos llamados a reproducir esos talentos. Trabajando es como se reproduce un talento, alguien que tiene el talento para pintar, pues tiene que estar trabajando y va a mejorar ese talento; o el músico; o el maestro, enseñando.

Pero, lo importante es entregar buenas cuentas, es decir, trabajar para reproducir esos dones, de los que no somos dueños, sino somos administradores; el dueño es Dios, pero Él nos los dio a cada uno. Hoy podemos pensar qué dones, qué cualidades tengo yo, ¿los estoy poniendo en práctica o me parezco al que recibió un millón? Y esos se llaman pecados de omisión, porque por la flojera, la pereza, por la comodidad, a veces no hacemos las cosas, y Dios lo que quiere es que estemos activos.

«La cosecha es mucha y los obreros son pocos». Necesitamos ser constructores del Reino de Dios, de ir creando la civilización del amor. Qué hermoso sería que todas las cualidades y talentos que tenemos los hagamos crecer, pero siempre pensando en los demás, pensando en la familia, pensando en la comunidad, pensando en el bien de aquellos que más lo necesitan.

Ojalá que a nosotros, cuando nos encuentre el dueño de la mies, nos diga: «Siervo fiel, lo que te di lo multiplicaste», como en la primera lectura esa mujer que tenía temor de Dios, que era una mujer hacendosa, y era agradable a los ojos de Dios. Que también nosotros seamos agradables, y vamos a ser agradables cuando los talentos los intensifiquemos y los pagamos siempre al servicio de los demás.

Que el Señor nos acompañe y nos dé su Espíritu Santo para que esos dones no nos los guardemos y los pongamos al servicio de los demás. Así sea.

 

+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla